Cuando fuerzas a que pasen las cosas
Alguna vez te has puesto a pensar que cada cosa que experimentas, cada situación que vives, cada relación interpersonal que disfrutas, todas y cada una de esas cosas tienen un tiempo, uno que es vital para que puedas sacarle el mejor provecho a cada situación.
Por cierto, no digo “sacar el mejor provecho”, hablando de una forma ventajosa, que eso siempre pasa en amistad, trabajo, amor e incluso temas familiares; a lo que yo me refiero es a un sentido más honesto y por supuesto honorable, quiero decir sacar lo mejor de cada situación, refiriéndome a disfrutar de manera plena lo que nos puede ofrecer una amistas o un amor, en un sentido noble. No porque abusemos de ello, aclaro.
Saben, creo que para poder explicarme mejor tendría que usar alguna metáfora o mejor aún, una referencia practica o tal vez lo más útil sería aplicar una analogía. ¡Sí, eso hare!
Dime, alguna vez has intentado gritarle a una fruta que “madure”, seguro que sí, digo, el que sea imposible no hace que sea improbable ver a una persona gritándole a un aguacate, a un platano o a una manzana que madure, para entonces poder comerla, justo en el momento JUSTO, en el que los sabores serán dulces, sutiles y la fruta en cuestión tendrá un aroma y textura incomparable.
No, no se puede obligar a una fruta a madura, solo puedes esperar y tener paciencia para que las cosas sucedan, para que esa fruta este en una condición óptima para consumirla.
Pero claro, puedes gritarle y exigir sin éxito alguno a que madure, a que las cosas sean como tú las quieres, también puedes ser activo y proactivo y meter esa fruta al horno y ponerle algo de tiempo, con la loca esperanza de que algo de calor, ofrezca al resultado que buscas, uno artifial y rápido que probablemente se convierta en algo que va a explotarte en la cara o el horno de microondas. También puedes intentar acelerar ese tiempo, metiendo tus aguacates a un lugar oscuro, seco y caluroso, como el horno normal, ese lugar donde guardas las ollas, puede funcionar y en vez de esperar una semana, tal vez en un par de días tus aguacates estén maduros.
El problema de hacer eso, de forzar las cosas a que pasen, tiene resultados pobres y muy mediocres; así que todo el sabor, todo el potencial, toda las texturas, en resumen, esa experiencia se queda corta, y todo porque forzaste la maduración de algo.
Una estupenda metáfora para entender que eso mismo le pasa a nuestras relaciones cuando las forzamos a que sean lo que nosotros queremos, lo que nosotros esperamos y en el tiempo que demandamos. Porque ahora, es imperativo, en la cultura de lo pronto, que todo lo que usamos, ahora si la palabra correcta es USAR, todo lo que usamos, personas, frutas o cosas, todas ellas nos den lo mejor de sí, en un tiempo exageradamente rápido.
Ya no dejamos que las relaciones maduren como las frutas o los vinos, ahora queremos las cosas cuando las queremos, los cariños cuando los exigimos y siempre tendemos a querer que las cosas sean como las queremos.
Pero cuando fuerzas a que pasen las cosas, vas a descubrir y de manera muy pronta que acelerar ese proceso, que el forzar esa relación, esa amistad o ese lo que sea, fue la peor idea del mundo y arruinaste un aguacate o arruinaste una gran oportunidad para ser feliz y todo porque no pudiste esperar el tiempo necesario para ver madurar esa relación.
En esto de forzar las cosas, en un caso personal, tengo como mil ejemplos. Creo que yo soy una de esas personas que sin darse cuenta obliga a que las cosas pasen, en vez de permitirles tomar su cauce, miles de anécdotas tengo, pero hay una en particular que ejemplifica muy bien cuando fuerzas a que pasen las cosas.
Y es de mis años cuando era niña scout, aquellos años lejanos en los que era gacela, mmmmm, no, ya era scouter, es decir, los adolescentes y recuerdo perfectamente bien, una tarde de sábado caluroso, en ese camellón de pasto crecido, con olor a asfalto y llanta quemadas, un lugar cuyos ruidos eran muy urbanos y los automóviles con su pasar era el único sonido del ambiente.
Bien, esa tarde, mi tía, quien era la encargada de las chicas adolescentes (sí, era una onda familiar y toda la familia estaba metida) ella tenía planeada una actividad que yo arruine por completo. En casa la tarde anterior nos habíamos puesto todos a jugar Twistter, y eso fue mi divertido, así que en sus actividades de ese sábado, ella llevaba su Twistter para repetir la actividad. Pero claro, yo creyendo tener conexiones con ella, y queriendo tener una actividad lúdica con mis amigas, me puse a insistir, y esa palabra es un eufemismo, toda la tarde que debíamos jugar Twistter, como una niña malcriada cuando exige algo a sus padres, pero lo hacía en los scoutts, una tarde calurosa.
Eso termino convirtiéndose en una gran molestia para todos, tanto, que cuando por fin y para que dejara de joder, hicimos esa actividad, eso fue aburrido, fue horrible, fue siniestro.
Supongo que me tomo muchas lecciones después comprender que había sucedido, pero cuando fuerzas a que algo pase en tus términos y en tus tiempos, ESO ARRUINA UNA EXPERIENCIA.
No digo que planear las cosas o ser espontaneo sea la ruta a una vida feliz, pero si digo, que el camino corto para sabotearte y arruinar todas tus relaciones es cuando fuerzas a que pasen las cosas.
La moraleja, no metas los aguacates ni tus relaciones al horno, permite que maduren con el tiempo.