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Me quede afuera de mi casa

Si a ti no te ha pasado, amigo, amiga, ¡pues échale ganitas a la vida!, porque, de verdad, ¿Quién no ha vivido ese momento de terror de regresar a casa y darte cuenta de que… ¡quedaste afuera!? Ya sea porque olvidaste las llaves, porque tu mamá pensó que eras un asaltante y no te quería abrir, o porque simplemente el universo esta en tu contra, y quedarse afuera de casa es una experiencia universal que todos hemos sufrido alguna vez.

El drama de tocar la puerta como loco (y que nadie te escuche)

Ah, esa desesperación de tocar la puerta como si no hubiera un mañana, de gritar “¡Mamá, ábreme!” con la esperanza de que alguien te escuche. Pero nada. El silencio reina en el interior de la casa, mientras tú te sientes cada vez más ridículo y vulnerable.

Es increíble cómo, en esos momentos, parece que las paredes de tu casa se vuelven a prueba de sonido. ¡Ni siquiera un terremoto lograría despertar a tus familiares! Y tú, ahí, esperando, con el sol pegándote en la cara o la lluvia empapándote hasta los huesos, preguntándote si algún día volverás a entrar a tu hogar a sentir a alegría de tener un hogar, un lugar caliente dónde ver tus TikToks.

La conspiración de los vecinos: ¿Por qué nadie ayuda?

Para colmo de males, parece que los vecinos también se confabulan en tu contra. Ese día, justo ese día, nadie sale a la calle, nadie se asoma por la ventana, nadie te ofrece ayuda. Es como si todos supieran que estás pasando por un momento vergonzoso y prefirieran no involucrarse.

Y tú, con la esperanza de que alguien, aunque sea por lástima, te abra la puerta o te preste un paraguas. Pero no, la solidaridad vecinal brilla por su ausencia. ¡Bienvenidos al club de los abandonados!

Mi odisea personal: Lluvia, perros y vecina sádica

El lunes pasado, viví en carne propia el drama de quedarme afuera de mi casa. Llegué del gimnasio corriendo, con la intención de sacar a mis perritas, Chuleta y Roxy, antes de que empezara a llover. ¡Error fatal! En el momento de cerrar la puerta, recordé que había olvidado las llaves.

Pensé que podría dejar la puerta entreabierta, confiando en la buena voluntad de mis vecinos. ¡Ingenua de mí! Apenas salimos, la lluvia se desató con furia. Regrese corriendo y gritando para que alguien me abriera, pero nadie respondió. Ahí estábamos, mis perritas y yo, empapándonos bajo la lluvia, sin poder ver por mis lentes empañados, gritando en voz baja (porque, seamos sinceros, no tengo la voz de Pavarotti). Chuleta rascaba la puerta con desesperación, mientras Roxy nos miraba con cara de “wey, es sólo lluvia, parecen princesitas”.

Finalmente, después de 15 minutos de tortura, mi mamá bajó a abrirnos. ¡15 minutos infinitos! ¡Empapadas y con cara de pocos amigos!

La moraleja: Valora tus llaves (y a tus familiares que abren la puerta)

La moraleja de esta historia es simple: ¡valora tus llaves! Y, sobre todo, valora a esos familiares que, a pesar de tus gritos y reclamos, siempre terminan abriéndote la puerta. Porque, ¿qué haríamos sin ellos?

Y si a ti nunca te ha pasado quedarme afuera de mi casa, no te preocupes, tarde o temprano te tocará. ¡Es una experiencia que todos debemos vivir para poder decir que tuvimos una infancia plena y feliz!

Yes

Bloguera de hueso colorado desde el 2008. Porqué siempre hay algo que decir yes@elblogdeyes.com