Las esperas
La vida está marcada por una serie de esperas que a menudo damos por sentadas. Desde pequeños aprendemos a esperar; esperamos el momento de abrir los regalos de cumpleaños, la llegada de días festivos o el fin de las clases. Pero, ¿qué hay de esas esperas que parecen prolongarse? Nos sumergimos en una rutina donde el futuro parece más atractivo que el presente, mientras nos aferramos a todos esos momentos que aún no han llegado.
Las esperas se convierten en componentes fundamentales de nuestro día a día. Esperamos las vacaciones como una oportunidad para relajarnos, esperamos el fin de semana para disfrutar de tiempo libre y esperamos ascensos o reconocimientos que validen nuestro esfuerzo. Pero al hacerlo, nos olvidamos de que la vida sucede en el presente, en el aquí y ahora. Este constante enfoque en el futuro puede llevarnos a vivir en una especie de limbo, donde nuestras experiencias reales son relegadas a un segundo plano.
La trampa de las esperas
Es fácil caer en la trampa de soñar con lo que vendrá y olvidar la importancia de disfrutar cada momento. Esa visión de que “la vida comenzará en un futuro cercano” nos impide apreciar el presente. Si permitimos que nuestras esperas dominen nuestro pensamiento, corremos el riesgo de ver pasar la vida sin darle la atención que merece.
Imagina que cada día es una nueva oportunidad. En lugar de enfocarte en lo que esperas, considera lo que puedes hacer hoy. Un simple ajuste en tu perspectiva puede llevarte a ver los beneficios de vivir el presente. Si te propusieras disfrutar de la rutina diaria, encontrarías valor en las pequeñas cosas: un café, una charla con amigos o un paseo al aire libre. Cada uno de estos momentos es un ladrillo en la construcción de tu felicidad.
Aprovechar el presente
Reconocer que las esperas son parte de la vida no debería ser un motivo de frustración, sino un llamado a revalorar nuestras prioridades. En lugar de esperar solo lo extraordinario, cultivemos la habilidad de encontrar satisfacción en lo cotidiano. Las esperas, aunque inevitables, pueden ser enriquecedoras si decidimos hacer de cada día una experiencia significativa.
Considera cómo puedes transformar tus esperas en momentos de acción. Por ejemplo, aquellas semanas que anticipamos con ansias pueden ser utilizadas para establecer metas, aprender algo nuevo o simplemente reflexionar sobre nuestro camino. Este enfoque proactivo nos permitirá vivir con más intensidad, haciendo de nuestras esperas un espacio para crecer.
Así, cada momento se convierte en un paso hacia lo que anhelamos, sin perder de vista el valor de lo que ya tenemos. En lugar de permitir que las expectativas nos limiten, abracemos la idea de que cada día es una oportunidad.
Es esencial recordar que nuestras esperas son simplemente un estado mental. Al cambiar nuestra percepción, podemos crear un equilibrio entre aspirar a un futuro mejor y valorar nuestras experiencias actuales. Tomar conciencia de esto no solo enriquecerá nuestra vida, sino que también nos enseñará a disfrutar de cada etapa del camino.
En este viaje de espera y anhelos, encontramos la clave para una vida más plena y consciente. Las esperas no son solo tiempos perdidos; son oportunidades para crecer, aprender y disfrutar de la belleza de lo cotidiano. Aprender a apreciar el ahora, mientras nos dirigimos hacia nuestras metas, es el verdadero arte de vivir.
Yo voy a escribir sobre mi última espera todavía no la superé la resumo me enamoré de un viajante y la espera al poco tiempo de conocerlo se convirtio en una agonia que no se la deseo a nadie cuando se refiere al amor yo no me podia comunicar tenia que esperar que lo pudiera hacer él y pasaban los dias, las semanas hasta que reaccione que asi una relación no puede crecer la espera es sonar el telefono y vos crees que es tu amor y es otra persona y entonces la espera es una tortura para el alma no va.
Concuerdo contigo, esperar mata el alma.