Y sobre todo si se fusiona con la egomaniaca cocina de autor en la que un chef quiere reinterpretar la forma de comer un pastel de chocolate. Terminando con un postre que cuesta $50 dólares el cual consta de un pastel de 5x7x1 centímetros, de pastel de chocolate poroso sin sabor, colocado en una gelatina delgada de tamarindo, cubierto por 5 gr de caviar de pulpa de tamarindo con una kenel de helado de nuez la cual tostada a 200grados centígrados durante 5 minutos hasta que quedo amargo para combinar en su conjunto con el postre. ¿En serio?
Después de la teoría del plato quede impresionada, pero el sabor, no estaba en el plato, les falto emplatar eso.
En teoría suena interesante que el sabor no debe estar supeditado a nada, y que el conocimiento de la técnica permite reconstruir y dar al paladar creaciones y notas de sabor nunca antes conocidas, SUENA GENIAL, ha pesar de ser el discurso que exacerba el ego de un chef que cree ser la más grande mente culinaria.
Por supuesto que solo un presumido puede dar este tipo de discursos magnificentes, no daré nombres, pero un verdadero chef repostero no presumiría con tanto énfasis sus dulces creaciones; en vez de poner tanto énfasis en el discurso dejaría que el postre hablara por él, pero como no es así, hay que adornarlo con bellas palabras.
En realidad la repostería que se ha catalogado como “lo mejor de los restaurantes” es por que sería el similar del caviar, cuyo aprecio es adquirido por notas de énfasis sicológico nada que ver con el paladar.
Me parece absurdo pensar que se deben de reinterpretar los postres de una forma molecular, es una locura. Pero si quieren gastar una cantidad estúpida de dinero en un postre pobre en tamaño y sabor vayan a Espaisucre México, solo por el gusto de desperdiciar su dinero.
Pero si quieren sabor y un postre bien rico vayan a otro lugar.