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La policía de los demás

Ese momento en el que te quieres meter en la vida de los demás y todo lo que hacen te molesta, yo lo llamo el síndrome de tía metiche.

Me pregunto, por qué carambas nos importa tanto lo que hacen los demás, si ni nos afecta y/o importa, pero ahí andamos de metiches, fungiendo como la policía de los demás para recordarles cuando están haciendo o diciendo algo indebido, pero ¿por qué carambas lo hacemos?, y lo más interesante, o por lo menos a mí me resulta muy interesante, es el hecho que realmente nos vale pepinos la vida de los demás, pero, aun así, ahí andamos, porque en serio, no nos preocupa, no nos quita el sueño los errores de los demás, pero sí tenemos la energía suficiente para hacer o decirles algo.

¿Por qué lo hacemos?

¿Acaso será exceso de tiempo libre?, ¿falta de emoción en la vida?, ¿nada interesante que hacer de forma propia?, ¿nos gusta meternos en los asuntos de los demás y opinar?

Probablemente, sea la última respuesta, tal vez un combo de algunas o todas las anteriores, pero sea lo que sea, ahí andamos de metiches dando nuestra opinión de las cosas; y no lo niegues, TÚ LO HACES, y eso no es una suposición mía, lo haces, yo lo hago, los demás lo hacen, ellos lo hacen, en cualquier tiempo que lo quieras conjugar, cuando menos cuenta te das, ya estás opinando sobre lo que los demás hacen, comen, dicen, visten, en fin, siempre estamos atentos y alertas a las cosas que los demás hacen, para hacerles ver su error, cuando lo están cometiendo y cuando hacen algo bien, incluso en esos momentos tenemos algo que decir, porque somos la policía de los demás y estamos al pendiente de sus acciones.

Si así fuera la verdadera policía, este mundo sería otro carajo, pero no, y el único momento en el que andamos en plan gendarme, es cuando es momento de regañar, criticar o censurar a los demás.

Ahora, surge otro tema interesante y es por qué tenemos en tan mala estima y opinión a los policías, desde su oficio, ¿por qué será?

Pero ese es otro boleto, que se lo dejo a quien sí sabe, mientras hoy ando pensativa, del cómo es posible, que seamos tan aptos y capaces para criticar a los demás, sin antes criticarnos a nosotros mismos.

Y todos lo hacemos, hace poco me descubrí haciéndolo, y me dio mucha vergüenza, y mientras iba por la calle pensando en todo y nada, de pronto un pensamiento estúpido, dicho en voz alta por otra persona, me regreso a la tierra, para ponerme en modo policía, estuve muy tentada a regañar a esa persona y explicar de forma clara y simple, él porque estaba diciendo tantísima estupidez.

En seguida me acordé que no era mi asunto, que no era la policía del mundo, no soy la policía del pensamiento y no soy la maestra de nadie; así que mis ganas por andar corrigiendo a los demás se esfumaron y en su lugar dejaron una gran vergüenza, primeramente, la vergüenza ajena de lo que decían esas personas, y luego mi vergüenza personal, que era más grande por ser tan poco tolerante.

Creo que con los años me hago cada vez menos paciente y tolerante, supongo que a los que vivimos en grandes ciudades nos sucede la paciencia inversa, o mejor dicho la paciencia es inversamente proporcional a la edad, es decir, más edad, menos paciencia.

O tal vez, solo tal vez, yo y todos los que andamos de policía de los demás, simplemente seamos unos metiches muy cretinos.

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