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La Moira una casa llena de fantasmas: mi aterradora experiencia en este lugar

Hace más de 20 años decidí aventurarme en una historia que, aún hoy, me pone la piel de gallina. Recuerdo que solo era una adolescente curiosa y un poco rara, fascinada por lo paranormal. La idea de visitar La Moira, un lugar que prometía encuentros escalofriantes con lo desconocido, me llegó a través de un artículo en el periódico Reforma, justo en vísperas de Halloween y Día de Muertos.

Con mucho esfuerzo, logré convencer a mi papá para financiar mis $250.00 de entrada. Aunque él no estaba del todo convencido de que se tratara de algo serio y temía que solo fuera una farsa, accedió a dejarme ir, y hasta pidió a una médica militar amiga de la familia, que en paz descanse, que me acompañara. Ella estaba ahí para ayudarme a controlar mis temores y, aunque nadie de los presentes lo sabía, ese día íbamos a recibir el susto del siglo.

El recorrido se programaba en dos horarios: las 9 y las 11 de la noche. Opté por el de las 11, pero por desgracia, ya estaba agotado. Así que, a las 9 de la noche, con nerviosismo en el aire, me encontré afuera de una antigua casa morada en la oscura Calle José Vasconcelos. La Moira, que parecía una casa común y corriente, tenía un patio largo y angosto lleno de sillas de plástico blancas, pero también un halo de misterio que me ponía los pelos de punta.

Pronto se unió al grupo, que ahora contaba con seis personas, un chico y una chica de Antropología de la UNAM y un par de jóvenes morbosamente curiosos. Todos eran escépticos, pero el miedo y la emoción flotaban en el ambiente. Una joven de cabello rojo, vestida con un largo vestido negro, nos pidió que escribiéramos una pregunta en un papel. Con la poca luz que había, escribí: “¿Cuál es el nombre?”, sin saber cuán inquietante sería la respuesta.

Después de una espera que se tornó incómoda, la joven nos guió hacia la entrada. Pero para nuestra sorpresa, la puerta no se abría. El ambiente cambió drásticamente cuando su tono de voz se tornó aterrador, repitiendo que la casa no quería que entráramos. Pensando que era parte del espectáculo, seguimos adelante. Pronto nos organizamos en fila india y subimos por una vieja escalera de hierro.

Al llegar al primer piso, enfrentamos una puerta. La doctora, con valentía, golpeó tres veces y, en ese instante, todas las puertas y ventanas de la casa se abrieron de golpe. La tensión se había alzado notablemente. De pronto, un hombre alto, con un aura inquietante y vestido con una capa, emergió de la oscuridad. Con un grito que retumbó en el aire, nos preguntó por qué lo interrumpíamos.

Sin seguir el protocolo, nos llevó de inmediato a la primera habitación, donde un caldero humeaba inquietantemente. Aunque no era el caldero lo que me asustó, sino el cráneo de un macho cabrío y un pentagrama invertido que dominaban el lugar. La tensión aumentaba mientras él pronunciaba palabras desconocidas. Recuerdo haber cerrado los ojos, tratando de bloquear todo.

Finalmente, me hizo quemar el papel donde había escrito mi pregunta. La experiencia se tornaba cada vez más extraña. Al salir, nos dirigimos a la “habitación 2”, donde un espíritu, según la leyenda, se había ahorcado. La doctora, curiosa y escéptica, fue la única que se animó a entrar. A medida que bajamos las escaleras, el monje se quitó la capa y se reveló como un hombre delgado, con barba de candado. En ese momento, todos nos quedamos en shock, dándonos cuenta de que algo no estaba bien.

Mientras hablaba sobre la conexión de la casa con un lugar energético en el Desierto de los Leones, escuchamos cómo un foco implosionaba, un fenómeno inexplicable. Cuando se ofreció la oportunidad de participar en una sesión espiritista, la mayoría, incluido yo, decidimos escapar.

Al salir, le conté al monje mi nombre. Curiosamente, me preguntó lo mismo en un momento peculiar. Al final, mientras esperábamos en el patio, la doctora compartió que los eventos de la sesión habían incluido muebles volando y una atmósfera de caos total, todo por la burla de uno de los asistentes.

Yes

Bloguera de hueso colorado desde el 2008. Porqué siempre hay algo que decir yes@elblogdeyes.com