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La delgada línea entre lo moral y lo políticamente correcto

A lo largo del desarrollo de la humanidad hemos visto una evolución en muchas de las prácticas que se llevaban a cabo por las distintas civilizaciones que ha visto el mundo crecer y desarrollarse. Y en ese practica hemos visto algunas cosas que en esos tiempos eran aceptadas y llevadas a cabo todos los días, como cosas normales y cotidianas; cosas y conceptos que en ese tiempo eran normales como la esclavitud, la discriminación o las peleas a muerte entre animales, en esos tiempos eran males necesarios, males que permitieron una evolución en diversos aspectos.

Males necesarios que en su momento sin duda ayudaron a acelerar el proceso de evolución del hombre, hoy en día no solo son consideradas practicas barbáricas, sino también carecen de esa visión progresista que en su momento llevo a las distintas civilizaciones a practicarlas, porque ellas concluyeron en el mundo en el que vivimos hoy en día, más justo, más civilizado, más progresista; pero ese mundo tuvo que abrirse paso por una gran etapa de oscuridad en la que la humanidad debía aprender a distinguir el progreso, de lo malo y de lo políticamente correcto en cada época.

Entiendo perfectamente que sin los esclavos difícilmente habría sido posible la existencia de muchas de las maravillas que el mundo tiene hoy en día; no defiendo a la esclavitud en un solo momento y es más, comparto los ideales de libertad por los cuales muchas personas murieron, sin embargo es difícil pensar en un mundo tan evolucionado hablando de arquitectura, tecnología y cualquier otra área práctica de la vida, de no haber sido por esos grandes males que condujeron a un aprendizaje colectivo que nos permite tener el día de hoy avances como la televisión, el internet, la comunicación, los dispositivos móviles y cualquier cosa que caracteriza nuestra vida el día de hoy.

Aquellos males que nos sumergieron en grandes abismos, hoy son los desarrollos que nos elevan desde el oscuro pasado al brillante futuro.

Hoy en día la mayoría de las personas quieren pensar que vivimos en un mundo mejor, que la esclavitud no existe, que el abuso animal no existe, que la discriminación no existe… pero, ¿es eso cierto?, o es una mera ilusión que nos hacemos creer para lidiar con esos grandes males que en épocas antiguas permitieron una evolución, ¿acaso hoy no hacemos lo mismo?

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a hacernos de la vista gorda e ignorar lo que pasa enfrente de nosotros?, acaso realmente estamos viviendo ese futuro brillante que hemos buscado, o estamos peor, no solo por las cosas que permitimos, sino porque el desarrollo intelectual durante los últimos 100 años se ha frenado de una manera tan vertiginosa que asusta.

Ahora vivimos aceptando cosas políticamente correctas, como la doble moral, la hipocresía, la diplomacia social, embarazos adolescentes, la era del jersey shore, de las gossip girl, la era políticamente correcta en la que a alguien le dicen gorda y hace dieta, pero si le dicen tonta no lee, la era superficial en la que no nos importa cómo llegaron a nosotros las cosas, mientras lleguen.

No nos ponemos a pensar cómo llegaron a nosotros los lujos o la moda o el Smartphone que usamos todos los días, el foie gras del restaurante de cinco estrellas, o la ropa vanguardista que usamos, y mucho menos nos ponemos a pensar en el daño irreparable que hacemos al mundo, su ecosistema, sus animales y ese delicado balance natural que tardo muchos siglos en darse.

No nos importa, mientras las cosas estén a nuestro alcance, no nos ponemos a pensar en nada, más que las cosas políticamente correctas que aceptamos, que en teoría suenan bien, pero en la práctica son tan despiadadas como hace mucho tiempo lo eran practicas barbáricas.

Pero hay una diferencia de antes y ahora, nosotros no estamos contribuyendo al mundo y a su mejora, nosotros estamos en el aspecto opuesto de la evolución, y aun así lo aceptamos sin pensarlo, sin entenderlo y sin diferenciar lo correcto de lo políticamente incorrecto.

Hasta qué punto estamos dispuestos a ignorar esa espinita que nos recuerda que matar por diversión es malo cuando vemos una corrida de toros solo por entretenimiento, o que esa carne que nos comemos todos los días es insustentable para el medio ambiente por la cantidad de agua que se necesita para alimentar ese delicioso tocino que le pusieron a su hamburguesa.

Todos los días vemos (directa o indirectamente) abusos de todo tipo que pasamos por alto bajo el razonamiento popular “Que le vamos a hacer, aquí nos tocó vivir”.

Vivimos la vida loca porque eso es lo que creemos que la gente espera de nosotros, fiesta todos los fines de semana con suficiente alcohol como para desinfectar un hospital, y si el dinero lo permite, uno que otro lujo como un nuevo celular, una comida en un restaurante fino o un viaje a lugares exiticos del planeta.

Seguramente en este punto del artículo estarán pensando que me volví de alguna religión y estoy tratando de redimir todos mis pecados al exponer un problema del que ya todos estamos “conscientes”, pero estarían equivocados, no soy extremista, religioso o similares, simplemente me es difícil seguir aceptando las cosas que son políticamente correctas.

Pretender que la humanidad cambie de un día para otro, es vivir en el país de las maravillas, no estoy sugiriendo que cambien sus hábitos por completo, que bajen de peso, o que amen a su prójimo (que no estaría mal la verdad, ¿apoco no te hace sentir bien cuando un extraño tiene un gesto amable?).

Este artículo lo escribo para que realmente generemos una conciencia… y es que cuando uno está consiente, tiende a ser más moderado y a pensar dos veces antes de tomar una acción.

¿Realmente necesito comer carne de puerco todos los días de la semana?, ¿hace alguna diferencia real que cambie mi celular cada que sale uno nuevo?, ¿llenarme de dinero realmente me hará feliz?… ¿en qué momento de nuestras vidas vamos a decidir hacerle caso a la razón y a darnos cuenta que lo único que tenemos como sociedad somos a nosotros mismos?

Lo único que tiene valor en la actualidad es el dinero y el qué dirán, estos días donde no se te puede pasar la selfie o la foto a tus actividades para recordarle al mundo que eres mejor que ellos, que eres más guapo, que tienes más dinero, que eres una persona más segura de ti misma; para ser aceptado y respetado por todos, para ser diferenciado de los que no tienen nada y los que tienen todo.

No sé ustedes, pero al menos a mí me gustaría llegar a vivir en un mundo donde los billonarios se den cuenta que ser dueños de todo no significa ser feliz, y es que a ese mundo solo podremos llegar si de alguna forma logramos hacer germinar en nuestros hijos y/o familiares esa semilla, que antes era llamada sentido común y valores.

Hay que dejar de hacer lo que los demás, amigos, familiares, vecinos, jefes y sociedad nos ordena, o nos indica que es lo que hay que hacer, tampoco digo que seamos revolucionarios y anárquicos, pero el seguir las reglas sin cuestionarlas nos está llevando al fin.

Al final de cuentas, este post no es más que una reflexión en voz alta, con la esperanza de que al menos un par de lectores compartan la opinión que les presento, y que dentro de su propias posibilidades traten de hacer la diferencia para comprender lo correcto de lo políticamente incorrecto.

Tratemos dejar un mundo mejor a las próximas generaciones, así como nuestros ancestros nos dejaron un mejor mundo a nosotros.

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