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No hagas promesas que no vayas a cumplir

Yo soy de esas locas personas que, si hacen promesas, pero con la idea de cumplirlas, no sé porque, pero para mí esas palabras son juramentos sagrados, por ello nunca hago una promesa que no pueda cumplir.

Lo sé, sonará algo loco de persona loca, pero realmente creo en el valor de las promesas y en cumplir ese sagrado pacto; supongo que por ello nunca prometo y cuando lo hago, mi intención es cumplir, pero no solo es una vaga intención, es un compromiso que adquiero como un contrato, uno que yo misma me obligo a cumplir, porque las promesas no solo encierran sueños o un compromiso con otra persona, las promesas son el valor que tiene una persona para cumplir lo que dice.

Pero bueno, en esto de las promesas soy realista, y si bien a mí me exijo todo para cumplirlas, soy muy consciente que en estos tiempos modernos, las promesas son rotas incluso antes de ser hechas. Lo sé, suena también muy loco que yo asuma que ninguna otra persona en el mundo cumplirá con su promesa y mantendrá su palabra; pero soy practica y por estadística he comprobado que hay muy pocas personas que cumplen su palabra, por ello me exijo como si fuera algo de vida o muerta, a mí me exijo siempre cumplir con las promesas, cumplir con el honor y seguir al pie de la letra una promesa.

Supongo que por muchos temas en los que se involucra el honor, el compromiso y la ética, siempre me han fascinado las promesas, pero no como una palabra vacía o algo que se dice para salir del paso, siempre he pensado en su valor, en su importancia, en lo difícil que es cumplir una promesa; pero sobre todo me ha intrigado el por qué hacemos promesas.

Quiero creer que el problema principal de las promesas es que en ellas se ofrecen cosas imposibles, pero no solo prometes lo imposible, sino además agregamos a esas promesas irreales una cantidad de tiempo infinito, que también la hará irreal.

Tal vez seamos muy optimistas, tal vez la culpa del acto de prometer, sea ese, el optimismo exacerbado que sentimos en ese momento, para apagar el cerebro y a modo de juramento honorable, prometer a la otra persona cosas que nunca serán posibles de cumplir, como amar eternamente, estar ahí para siempre, apoyar incondicionalmente.

Lo sé, prometer eso es algo muy bello, algo que podríamos leer en un poema o ver como parte de la historia de amor más bella y claro, neurótica de la literatura romántica; pero prometer un para siempre o siempre voy a estar contigo, es tan ilusorio como prometer regalar una estrella, capturar un alíen o vivir eternamente.

Creo que ahí radica la esencia del porque las promesas son rotas, porque prometemos imposibles y les otorgamos a todas las promesas valores exponenciales, pero que pasaría si en lugar de prometer imposibles, que sabemos que no es posible cumplir, que pasaría si cada que vamos a prometer algo, lo hiciéramos pensando en la factibilidad de hacerlo, es decir, si prometes algo hazlo con la idea de que lo vas a cumplir.

De esa manera cuando estés a punto de prometer un amor para siempre o que siempre estarás ahí, pensarás en los factores que podrían arruinar tu promesa.

No hay que olvidar que la confianza, las expectativas y la convivencia siempre tienen una promesa detrás, y esa promesa, esa palabra tiene un valor y depende de ti si es un valor muy grande o uno pequeño.

Sé que cumplir cualquier promesa es difícil, pero por otro lado, no prometo algo que no vaya a cumplir, tu también deberías hacerlo.

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