Hace unos años el miedo colectivo que todos teníamos, era ser captados en video en un momento bajo, ya sabes, esos 5 minutos de intolerancia, enojo y escándalo que a todos nos dan; ahora con los celulares, esos minutos especiales que nos suceden pueden ser captados en video para convertirse en virales que nos persiguen toda la vida, y sin importar cuantos años pasen, si una de tus tonterías fue captada en video, nadie jamás lo olvidará.
Así que hace algunos años, la mayor precaución era con los videos, pero después llegaron los escándalos de Twitter y sus hashtags, y cualquiera podía ser expuesto de forma negativa por sus comentarios en redes sociales, y entonces llego la era en la que todos estábamos a una pendejada en redes sociales para ser famosos, de forma negativa.
Eso nos hizo aprender a ser moderados en lo que hacíamos en público y a ultra cuidar las cosas que decíamos en público, a través de nuestras herramientas sociales, en pocas palabras cuidamos y mucho nuestra imagen visible, nuestro lado público, dejando al descubierto tras bastidores, en lo privado todo aquello que es sensible y podría costarnos caro.
Creo que todos tenemos un adulto interior, (sí, en la misma onda que el niño interior) que es intransigente, prejuicioso, radical y se la pasas haciendo comentarios sensibles que nunca nadie debería decir; supongo que todos tenemos esa dualidad y a veces sale a la superficie, sobre todo cuando nos sentimos en confianza con nuestros amigos o personas allegadas, así que nos permitimos ser libres y expresar sin filtros, consideración o moderación todas las ideas que tenemos en la cabeza, sin importar que sean radicales.
Después de todo, esas ideas deben tener salida, pero al cuidar lo que decimos en público, para evitar ser el nuevo trending topic, las guardamos para lugares dónde nos sentimos en confianza; pero ¿qué tanta confianza debemos tener con las personas que nos rodean?, y lo más interesante ¿es buena idea dejar una conversación escrita sobre algo polémico o sensible?
Si algo hemos aprendido estos últimos años, es que la tendencia es que todo lo que hacemos y decimos deja un testigo que puede perseguirnos, antes eran videos, luego redes sociales para ahora mudarnos a las conversaciones privadas, y todo lo que escribas puede convertirse en un screenshot y ser usado en tu contra.
Peor aún, puede convertirse en un trending topic como ejemplo de lo más malo que puede existir en nuestra sociedad; cuando supuestamente nuestras conversaciones son cifradas además de privadas; pero ahora Facebook y amigos comunicativos se encargan de difundir nuestros momentos más íntimos y privados sin consideración.
Aunque no podemos culpar a los demás, y señalar para hacer un juicio, todos lo hemos hecho, y ya sea para ridiculizar a una persona o para ventilar un asunto, terminamos haciendo capturas de pantalla para compartir con otras personas.
Tal vez por eso me gustó mucho Telegram, que tiene filtros para evitar estas filtraciones; pero el mundo no es Telegram y la mayoría de nuestras conversaciones suceden en diferentes aplicaciones como WhatsApp, Facebook, Twitter e incluso los sms, y en todos estos casos algo que digamos, sensible o no, privado o público, algo contado en confianza puede convertirse en algo público que bajo el escrutinio público pueda ser sacado de contexto.
¿Qué debemos hacer entonces?, ¿dejar de escribirnos con las personas?, puede ser, y podrían limitarse las comunicaciones escritas al máximo, o podríamos comenzar un taller práctico sobre cómo ser polites y cómo cuidar estas conversaciones que pueden regresar como bumerangs para golpearnos en la cara cuando algo que dijimos de forma privada se hace público.
Porque ahora, es muy común que cualquier cosa que digas, incluso tus amigos, hagan screenshot para restregártelo en la cara o usarlo en tu contra; eso asusta, el como ahora los screenshots de las conversaciones son como contratos escritos o amenazas textuales que escribimos y alguien usa contra nosotros.
Cuidado con lo que escribas puede convertirse en un screenshot y ser usado en tu contra