Filosofando

Cuando somos niños queremos ser grandes y cuando somos grandes queremos ser niños

Que ambiguo es esto de crecer, mmmmm, más bien esto de vivir es muy irónico y se baña en tintes sarcásticos, reflexivos pero finalmente muy sarcásticos.

Y es que siempre queremos lo opuesto a lo que tenemos, eso irónico y muy bizarro desde mi punto de vista; porque queremos exactamente lo opuesto de lo que tenemos.

Ya sabes, cuando eres alto quieres ser chaparro, cuando quieres pelo chino, lo tienes lacio, cuando estas soltero quieres pareja y cuando tienes pareja quieres ser soltero. Siempre queremos lo opuesto a lo que tenemos y sufrimos anhelándolo, y cuando por fortuna de la vida o ya sea que por empeño conseguimos ese opuesto que buscábamos, cuando lo tenemos queremos lo opuesto, es decir ese contrario, eso que teníamos en un principio y nos hacía sufrir por tenerlo.

Eso es bizarro, siempre queremos lo que no tenemos, olvidando lo que antes teníamos, pero cuando eso que teníamos ya no está, entonces lo queremos de vuelta. Eso mismo pasa con la juventud/vejez, lo anhelamos cuando no lo tenemos, pero cuando están en nuestra posesión es una gran desgracia.

Y todo esto se ejemplifica perfectamente con el hecho de que cuando somos niños queremos ser grandes y cuando somos grandes queremos ser niños. ¿A que estamos jugando?

Justo de esto me estaba acordando hace rato con mucha mortificación, en el justo momento cuando me acorde de la emoción y las ganas que tenía de ser grande, cuando era niña, no podía esperar el momento para tener esta edad; es más, aunque suene a argumento pendejo de película de Jennifer Garner, de 13 a 30, siempre quise ser una adulta, funcional, exitosa, moderna, evolucionado y madura, y ahora que soy adulta, a secas, solo puedo desear de manera inversa aquellos años, y es ahora cuando bizarramente deseo ser una niña. En esos años mozalbetes, felices, simples y sin complicaciones, es más, me conformo con la adolescencia o ya de perdis mis veintes, esos años de juventud dorada, en los que tenía frente a mí el mundo.

Ya sé, si tuviera nuevamente la oportunidad, estoy convencida que tampoco los aprovecharía, digo, habrá quien si le eche ganas y haga algo que valga la pena, conquiste al mundo y el éxito, pero yo si regresara a esa edad, créanme que de nuevo haría lo mismo, básicamente nada, pero soy neta y no hecho choros pendejos sobre si fuese joven las oportunidades que aprovecharía, naaaaaaaaaaaaa, seguramente me la pasará disfrutando de la vida, pensando y soñando despierta. Pero hacer eso cuando eres joven, es algo maestro.

Aunque bueno, sigo haciéndolo de vieja, pero como que me veo mal, no tiene sentido, así que si tuviera una cómoda edad en un rango de 15 – 24 años, podría estar sentada apreciando la vida y las cosas serían diferentes.

Ahora lo raro, es que en esos años no había nada que deseará más, más que ser grande, y no digo grande en un sentido metafórico, solo quería tener años, tener esa edad para decidir, para viajar, para conquistar al mundo, ya sabes, para ser adulta y hacer cosas de adultos, como tener pareja, tener sexo cachondo, irme a cenar a cenas mamonas de parejas de treintantos, aburrirme, regresar en el coche y tal vez atender a los niños.

MMMMMM, creo que era medio tarada en mis años jóvenes, no sé, pero creo que el estatus de vida perfecta que tanto nos han vendido, me hizo daño, por lo menos en esas épocas; porque lo único que yo deseaba era ser esa adulta feliz, funcional y grande que tenía la vida resuelta.

Sin embargo, en el camino aprendí que la vida nunca termina y los planes, esos planes pinchurrientos que hacemos sobre la vida, suelen ser aburridos y siempre terminan siendo lo opuesto a lo que planeamos.

Y como somos humanos, siempre queremos lo que no podemos tener. La buena noticia, es que los años además de traumarnos, nos dan experiencia y algo de sabiduría, y nos trauman mucho. Tal vez esa sea la razón por la cual deseamos tan vehemente regresar a los tiempos en los que la única preocupación era pensar en el futuro y sus sorpresas.

Pero bueno, también está el hecho de que envejecer nos duele, no solo físicamente, también nos atormenta mentalmente, de esas pocas cosas en la vida que ponen en riesgo el equilibrio de tu paz interior.

Envejecer no es malo, lo sé, pero pasar por ese proceso de ver como pierdes vigor, rapidez, fuerza, vitalidad y todas esas cosas, en las que tu cuerpo deja de funcionar y comienza a marchitarse, es un proceso para traumarte; pero solo si te concentras en pensar en ello. Porque en el momento que comienzas a vivir, y solo vives y ya, sin pensar en que te haces viejo, sin anhelar el pasado o ser joven, sin mortificarte por nada, cuando te sientas a contemplar la vida, descubres que ese puede ser un gran regalo.

Yes

Bloguera de hueso colorado desde el 2008. Porqué siempre hay algo que decir yes@elblogdeyes.com