Filosofando

La importancia de tu palabra en una promesa

El otro día estaba a punto de romper una promesa, una promesa vieja, olvidada, que ya no tiene valor o importancia alguna, a no ser que hablemos de mi conciencia recordándome que pueden pasar mil años, pero yo prometí a alguien no decirlo, y es lo único que basta para que de mi boca no salga una palabra ni hoy, ni mañana, ni nunca. Sin importar lo tentativo que sea contar un chisme. Y no importa que ya no tenga importancia el asunto o que la vigencia de caducidad del chisme haya expirado, simplemente mi conciencia es tan molesta como el mismísimo Pepe Grillo.

Y es así como llegue a este debate interno.

Puedo decir mucho sobre la defensa de contar el chisme, existen muchos argumentos como: ya tiene dos años que no frecuento a esa persona, si bien hay a quien le interese escuchar el susodicho chisme, ya no tiene importancia alguna ¿o sí?, ah si por supuesto, esta de por medio mi palabra.

Y sin importar otra cosa, argumento o razón, es tan intransigentemente ilógico el hecho de que di mi palabra para que sea razón suficiente el no hablar del tema. En realidad no estoy buscando que alguien me autorice, es más bien, un debate interno sobre la importancia de una promesa. Y es que al igual que los loqueros profesionales o los padres de confesionarios, existe la clausula del privilegio de confidencialidad en el contrato verbal que hice, sin importar que fuera hace mil siglos. Así que el hecho fundamental de que prometí no decirlo, me inhabilita para contar a los demás dicha información, pero bien, no es que sea estúpida y prometa guardar todos los secretos del mundo, no, no lo hago, obvio nunca guardaría el secreto del algún terrorista, pues obvio, si estoy hablando de honor, es claro que existirán diferentes compromisos de silencio, aunque, sin importarlo una promesa es una promesa.

¿Que tanta importancia tiene una promesa?, porqué tanta relación con el honor y valor moral de una persona, ¿acaso tienen relación?, ¿Quién mide el valor de una palabra?, ¿Las personas nos medimos por estos valores subjetivos?, ¿En realidad la calidad moral de una persona se mida por sus acciones morales y su ética?, ¿es más poderosa mi persona, en tal caso, mi palabra, versus alguien que no cumple sus promesas?.

Si bien nos rodeamos de personas, cientos o hasta miles, sabemos en quien confiar y en quien no, basamos estos juicios en impresiones personales y en la medida que vemos si son honorables y confiables.
A eso se resume la vida moderna de un adulto, si es confiable o no para saber que tanto puede involucrarse en nuestra vida u opinar. Simplemente a eso se reducen las cosas, confiar, y como es que desarrollamos la confianza, pues en la confiabilidad de una persona.

Me he revuelto más yo misma, sin llegar a esbozar si quiera una conclusión.

Lo único que yo pensaba y quería decirles a ustedes para que reflexionaran conmigo es que yo y tal vez ustedes, no poseemos nada, ni bienes, ni riquezas, ni mucha sabiduría, ni mucho conocimiento, lo único que tenemos es nuestra conciencia que nos dice como vivir. El único bien que tenemos es nuestro valor, y este no lo asignan los demás, nos lo asignamos nosotros mismos cuando realmente nos miramos al espejo.

Yes

Bloguera de hueso colorado desde el 2008. Porqué siempre hay algo que decir yes@elblogdeyes.com